Era ganar o ganar. Después de cuatro partidos sin conocer de victorias, a Everton no le servía otro resultado que un triunfo. Y lo cierto es que el equipo de Pablo Sánchez batalló, y sufrió -quizá más de la cuenta- para finalmente volver a los abrazos.
Con un agónico gol marcado en los descuentos, y mostrando carácter en el momento en que más lo necesitaron, los oro y cielo se impusieron por 2-1 a Universidad de Concepción en el estadio Sausalito y siguen prendidos en la lucha por la corona del Torneo de Transición.
Ambos equipos se jugaban cosas importantes en el coliseo viñamarino, ya que los del Campanil buscaban acercarse a los puestos que dan cupos a torneos internacionales, y tal vez por eso se vio un inicio de compromiso de mucho estudio, donde ninguno de los dos elencos parecía querer arriegar demasiado.
Pese a ello, lentamente Eveton comenzó a soltarse, a manejar la posesión de la pelota a su antojo. Sin embargo, a los viñamarinos les costaba asociarse y tener profundidad en el tramo final de la cancha, mostrando además mucha impresición ante una replegada zaga del Campanil.
Salvo una opción de Cristián Suárez y otra de Iván Ochoa, poco peligro más generó el elenco auriazul.
Poco después, sobre la media hora, el cuadro de Concepción comenzó a exigir a Eduardo Lobos, y hasta un palo evitó la conquista del Campanil.
Al final, la luz de esperanza se abrió cuando Gustavo Mencia se fue expulsado en el cierre del primer tiempo tras bajar a un Patricio Rubio que se iba solo en demanda del arco rival. El hombre de más de cara al segundo lapso alimentaba la ilusión de los oro y cielo.
Cierre de infarto
Pero en el complemento la superioridad numérica no fue suficiente para los viñamarinos. Everton con uno más no era capaz de encontrar los caminos para acercarse e inquietar al adversario.
La ansiedad, el nerviosismo, y hasta la presión del público, parecían jugarle en contra al equipo de “Vitamina”, que a ratos cambió el libreto y abusó del pelotazo.
Consciente de ello, el técnico rosarino movió las piezas, y metió a Raúl Becerra y a Kevin Medel. Así, Patricio Rubio se enganchó un poco más, y Everton comenzó a ganar presencia y peso ofensivo.
No obstante, si bien Medel entregaba una salida más fluida desde el fondo, faltaba mayor conexión entre el mediocampo y la delantera, y los ataques viñamarinos se hacían demasiado evidentes.
El reloj corría, y la tensión y la ansiedad comenzaron a apoderarse del ambiente.
Pero pasados los 70 minutos, Everton se encontró con una oportunidad inmejorable para abrir el marcador. En un cobro que no estuvo exento de suspenso, el juez primero pareció cobrar tiro libre tras una falta sobre Suárez, pero luego rectificó y terminó apuntando hacia el punto penal. Ochoa no defraudó y desató la locura en un Sausalito que a esas alturas se había impacientado ante la ineficacia de su equipo.
Lejos de pasar a controlar el juego con la ventaja, Everton fue empujado por el rival y Lobos se erigió como figura al tapar al menos tres jugadas clarísimas de gol. Parecía que el empate llegaría en cualquier segundo. Y así fue. Un infantil tiro libre cedido por el propio Ochoa terminó con la igualdad de Ronald De la Fuente. Los peores fantasmas parecían instalarse en el Sausalito.
Ya en los descuentos, Everton sacó a relucir su carácter, pero también el buen juego. En una gran jugada en que el equipo la movió de un lado a otro, con buena amplitud, y cuando el reloj ya marcaba los 46′, Patricio Rubio, literalmente en un pie debido a una contractura, marcó de cabeza el gol que le permite a los oro y cielo seguir soñando con el título.
El Mercurio de Valparaíso