El sábado 11 de septiembre de 1920, la Selección Chilena salió por primera vez a la cancha utilizando la camiseta de color rojo, que a la postre se adoptó como el uniforme oficial del equipo nacional.
La cancha donde se estrenó la polera fue el Valparaíso Sporting Club de Viña del Mar, sede del cuarto Campeonato Sudamericano de Fútbol, en el que participaron Argentina, Brasil y Uruguay, además del combinado local.
“Camiseta rojo vivo, escudo en el pecho y pantalón blanco”. Así describieron en las crónicas de la época el uniforme nacional. Desde el estreno absoluto de la selección diez años antes, se habían utilizado una polera mitad rojo, mitad blanco; y luego remeras blancas.
El debut en el Sudamericano de 1920 de Chile -que era entrenado por el uruguayo Juan Carlos Bertone- fue ante el equipo brasileño, que ganó por uno a cero.
Las crónicas de la época hablan de una asistencia de 15 mil personas al duelo de estreno del once local, lo cual es “poco creíble”, según el historiador del deporte Patricio Leal.
Sin embargo, el especialista reconoce que este torneo fue “el primer gran evento futbolero del país, Valparaíso se detuvo para que la gente asistiera a los partidos, hubo transmisión telefónica de los encuentros a Santiago, partieron trenes de la capital hasta Viña del Mar e incluso se dice que estaban habilitadas embarcaciones que salían desde el muelle Prat hasta la población Vergara para trasladar a los hinchas”.
El doctor en historia y académico de la Universidad Adolfo Ibáñez, Gonzalo Serrano, añade que “algunas crónicas dan cuenta de partidos con más de 10 mil personas. No sé si pudo haber sido tanto el público, pero sí fue un impulso para la profesionalización del fútbol que vendría después”.
La organización del certamen también da cuenta de que se trataba de un megaevento para el país. Según relata el periodista Edgardo Marín en su libro “La Roja de Todos”, dos meses antes del torneo se iniciaron los trabajos en el Valparaíso Sporting Club para acoger los partidos.
Leal aporta que se utilizó la tribuna principal del hipódromo viñamarino, construida en 1910, y se le añadieron un par de galerías del tipo mecano para acoger al público que asistiría a presenciar los partidos.
El costo total del campeonato era de 270 mil pesos, de los cuales $ 80 mil serían aportados por el comercio de Valparaíso. Los periódicos porteños iniciaron una campaña para recaudar fondos que reunió 30.680 pesos, mientras que el fisco debía desembolsar cien mil pesos, cifra similar a la que habían puesto anteriormente los gobiernos de Argentina, Uruguay y Brasil cuando les tocó ser sedes de la justa.
“El apoyo de los hinchas asistiendo a los encuentros es una demostración cabal de que ya se había producido un auge del fútbol en nuestro país y que este deporte ya generaba una pasión inédita en el pueblo”, dice Leal.
Otro aspecto que destaca Serrano es la importancia histórica de que el torneo no se haya disputado en la capital, sino en Viña del Mar, aunque según los registros de la época se conoció como Campeonato Sudamericano de Valparaíso.
“El hecho de haber realizado el primer Sudamericano de Chile en el Valparaíso Sporting Club de Viña del Mar es un acontecimiento extraordinario que no ha sido lo suficientemente destacado. Quizás por el mismo hecho de no haberse realizado en Santiago. Pero da cuenta de la importancia que tenía Valparaíso como cuna del fútbol en nuestro país”, reflexiona el profesor universitario.
CHILE TERMINÓ ÚLTIMO
En lo deportivo, Chile por primera vez trabajó con metodologías semiprofesionales para este torneo, contratando al exfutbolista uruguayo Juan Carlos Bertone como entrenador. Cuando llegó, el técnico prometió que sacaría a la selección nacional del último lugar en que había terminado en las tres versiones anteriores del certamen, sin embargo no lo logró.
El equipo nacional cayó ante Brasil, luego empató 1-1 con escándalo frente a Argentina (el árbitro y jugador brasileño João de Maria anuló un gol del chileno Bolados) y terminó perdiendo 2-1 con Uruguay, que finalmente se coronó campeón de la justa continental.
Según señala el periodista Edgardo Marín, es relevante al avance futbolístico que logró Chile en este torneo, dirigido por Bertone, pues si bien terminó último no fue goleado e incluso logró una igualdad contra los argentinos, que eran una potencia. “Además es el nacimiento de los ‘triunfos morales’, porque la prensa acuñó ese concepto tras la caída en el debut con los brasileños. Chile jugó bien, pero perdió con un autogol”, dice el autor del libro “Historia Total del Fútbol Chileno”.
La Roja se conformó para este torneo mayoritariamente con jugadores de equipos de Talcahuano y Concepción. Tres de los titulares, sin embargo, eran porteños: el zaguero wanderino Pedro Vergara y los mitológicos jugadores de La Cruz, Manuel “Maestro” Guerrero (arquero) y Ulises “Gringo” Poirier (back).