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La irregularidad y la falta de gol eran dos fantasmas que atormentaban a Everton en las últimas fechas. Después de una racha de tres triunfos seguidos ante Unión Española, Audax y Cobresal, el cuadro viñamarino cayó en un pozo: en siete jornadas cosechó cinco derrotas, un empate y apenas una victoria.
Por eso el triunfo de ayer ante La Serena le devolvió el alma al cuerpo al equipo que dirige Roberto Sensini.
Los oro y cielo apelaron a sus virtudes para ganar de forma justa y clara en el estadio La Portada, aprovechando las oportunidades que se crearon y poniendo un cerrojo en su arco que los granates nunca supieron abrir.
El buen humor de “Boquita” tras el encuentro daba cuenta que el entrenador también necesitaba sumar de a tres para refirmar convicciones y comenzar a preparar una seguidilla de duelos complejos tras su fecha libre, que parte con la visita de la “U” a Sausalito y sigue con el Clásico Porteño en Playa Ancha.
En el Norte Chico, pese a que el once de Ivo Basay salió a realizar una presión alta e intensa en los primeros minutos -las pérdidas de balón en la salida casi le cuestan caro a los viñamarinos-, fue el visitante quien pegó primero.
Ratificando lo que había esbozado en su debut frente a Curicó en Viña del Mar, Cristian Cañozales se convirtió en el elemento más punzante de los azulamarillos.
Un desborde con mucha potencia de Rodrigo Echeverría terminó en un centro que Juan Cuevas dejó pasar de forma inteligente para que el colombiano apareciera destapado en el área y cruzara el balón hasta el fondo de las mallas.
Los acercamientos serenenses a través de Valencia y Benítez no alcanzaron a asustar a Torgnascioli.
La segunda parte comenzó con un Everton muy ofensivo, al punto que el capitán oro y cielo rozó el segundo a los 48′, sin embargo López y el horizontal lo impidieron.
Álvaro Madrid, por su parte, tuvo una rápida revancha a los 56′, tras no atreverse a patear al arco un minuto antes. Un cabezazo del “Topo” Berríos habilitó al volante oriundo del cero Molino de Valparaíso, quien no perdonó y sentenció la brega.
Fueron minutos intensos para el volante, porque poco después de anotar cometió un penal sobre Benítez que Francisco Gilabert no demoró en cobrar.
En ese minuto apareció la figura gigante de Franco Torgnascioli, que contuvo el lanzamiento de Leonardo Valencia desde los doce pasos y mantuvo su portería invicta.
Con clase y sapiencia, Everton comenzó a manejar los tiempos y los espacios en la cancha. Estuvo cerca de aumentar en el marcador a través del contragolpe y no vio amenazado su triunfo, resultado que no conseguía hace doce años en La Serena.
