Pasó una vez. Pasó otra. A la tercera, Arturo Vidal no aguantó y soltó el grito de bronca en contra de Alexis Sánchez. La obstinación del delantero de Arsenal por terminar todas las jugadas con un pase gol terminó por cansar al volante de Juventus, quien después de un contragolpe mal ejecutado en el primer tiempo las emprendió en contra de su compañero.
Uno atacaba, el otro defendía. Pero no con el balón, sino con la boca. La paciencia se le había agotado al hombre formado en Colo Colo. Pese a no estar óptimo físicamente, exigía su rol de conductor como ordenaba el técnico. Tal como exigió el penal en la última jugada del partido, que terminaría decretando el empate. Ni siquiera le dio tiempo a su compañero de pedir el balón.
Jorge Sampaoli, desde el borde de la cancha, miraba la escena del primer tiempo con las manos en los bolsillos. A lo lejos escuchaba los reclamos de Vidal, pero nada le respondía. Los compañeros no se querían ni se atrevían a meterse. Los dos pesos pesados de la Roja, sin Claudio Bravo en la cancha, se mostraban los dientes frente a todos. Si hasta los 17 hinchas bolivianos ubicados en el costado nororiente del estadio, se reían con el entredicho de las megaestrellas chilenas.
El resultado, a esa altura favorable para la visita por uno a cero tras anotación de Carlos Saucedo, ayudaba a las caras largas y al mal genio dentro de la cancha. Pero esto ya venía desde Valparaíso, en el partido contra Perú, donde Sánchez se había vestido de conductor, tomando el control del equipo.
Aquello atentó contra un mejor juego, sobre todo en el segundo tiempo, convirtió al equipo en Alexisdependiente y terminaría generando cierta molestia en Vidal, poco protagonista en la noche porteña.
Por eso ayer, cuando vio que la historia empezaba a repetirse, no pudo con su genio. Y se lo expresó no una, sino varias veces. El ariete sólo lo miraba y le intentaba explicar que siempre veía a otro compañero mejor ubicado. O en otros casos la cancha le había jugado una mala pasada.
Pero Vidal ya no quería más excusas. Sólo quería jugar y hacer jugar bien al equipo, que era una cadena de equivocaciones en todas sus líneas. La Roja, de pronto, perdía la memoria y olvidaba el libreto que lo encumbró a la élite mundial.
Tan mal jugaba Chile, que hasta Gary Medel, el infalible, tendría un partido para el olvido, cometiendo gruesos errores defensivos, uno de ellos decisivo para la apertura de la cuenta. Pero claro, sólo sería uno de los tantos que tuvieron una mala actuación.
Pero la atención seguía puesta en los dos referentes de la Roja. Vidal, sin respuesta desde la banca, casi que obligó a su compañero a retomar su rol natural. La reprimenda le bajó los decibeles a Sánchez, que volvió sin chistar al puesto de delantero, donde mejor explota sus cualidades, y se sacó la obsesión de ser el dueño del equipo. Y Vidal se creció, tuvo más espacios y de sus pies empezó a mejorar Chile.
Incluso, rápido se olvidó de su enojo con Sánchez y le regaló una asistencia sin mirar que no pudo finiquitar su compañero.
Pero aquella tregua no bastó para que Chile recuperara la memoria. Incluso, Sánchez ni siquiera tuvo fortuna ante el arco rival, puesto que entre el arquero y la defensa altiplánica, le ahogaron tres veces el grito de gol. Los más felices, los 17 hinchas bolivianos, que tras cada fallo del ariete, lo celebraban como gol propio. Para ellos, aquello valió más que el triunfo que les sacaría del bolsillo el árbitro con un penal que sólo se cobra en esta clase de partidos para el equipo local.
Fuente: La Tercera