No bastaron las advertencias. Tampoco la instrucción previa a salir a la cancha. Aquello de no caer en las provocaciones uruguayas, anticipadas de inmediato se conoció el fixture de las eliminatorias y fijó el choque del Centenario apenas cinco meses después del accidentado duelo de la Copa América, quedó en simples palabras. En los hechos, Chile acabó recibiendo una dura derrota en Montevideo que tuvo su génesis en una serie de distracciones tras una jugada propia del libreto charrúa.
El 3-0 con que Uruguay venció a la selección chilena terminó siendo merecido. No sólo porque aprovechó cada regalo que le dio el equipo de Sampaoli, sino que además desnudó las falencias de un combinado que en cinco días pareció equivocar el rumbo.
Si algo no tenía que hacer la Roja en Montevideo era caer en la refriega, la bravuconada. Cuando se dedicó a jugar, lo hizo de buena manera, quizás no brillante, muchas veces sin la profundidad deseada, pero suficiente para tener el control del juego. El tema es que un minuto de distracción resultaría letal. Tras una infracción de Gonzalo Jara sobre Edinson Cavani, el defensor Diego Godín, cuándo no, encontró un balón suelto en el área chilena y con un zurdado alto batió a Claudio Bravo.
Gol con sello uruguayo, condimentado con la serie de discusiones entre los jugadores luego de la infracción sancionada por el juez Roldán. Chile ahí perdió la cabeza en el peor momento. Los jugadores parecieron gastar las energías en ver quién era el más guapo y no cuando correspondía. Vidal, uno de los que más se vio entreverado en la trifulca, quedaría enganchado en la jugada y acabó habilitando a todos en el área.
Chile quedó groggy, más allá de que no perdió la línea de juego. Tuvo el control de la pelota casi todo el primer tiempo, pero sin profundidad. De hecho, los volantes no pusieron nunca a un delantero mano a mano ante Muslera. Las atajadas del portero charrúa fueron todas tras remates de media distancia, lo que reflejó la carencia del equipo a la hora de generar riesgo.
Uruguay siempre pareció cómodo en la cancha. Nunca le importó demasiado la posesión del balón del equipo chileno. Agazapado en su área, aguardaba alguna nueva equivocación del fondo del campeón de América.
Y éste vino justamente en otra acción anticipada. Un largo balonazo buscando la cabeza de Cavani, terminó con un pivoteo del ariete del PSG francés que no pudo ser despejado por nadie de la defensa chilena. La inseguridad de Medel e Isla fue muy bien aprovechada por el recién ingresado Álvaro Pereira para claver un frentazo en el ángulo.
Ahí sí Chile recibió la cuenta de protección. Ya contra las cuerdas, Martín Cáceres acabó dándo el golpe de nocáuto con otro cabezazo tras una mala salida de Bravo, que sólo agrandó la fiesta en Montevideo de los locales.
Así, con la vieja receta uruguaya, Chile se volvió a quedar con las manos vacías en el Centenario. De nada sirvieron las advertencias. La Roja perdió la cabeza en el peor momento y lo terminó pagando muy caro.
Fuente: La Tercera.
Foto: T13 (Agencia Uno).