Chile empató con México, en un partido marcado por las decisiones erradas de Jorge Sampaoli, especialmente en la primera parte. La Selección desperdició la oportunidad de clasificar anticipadamente a los cuartos de final y dejó muchas dudas.
Sampaoli juega a ser un iluminado del fútbol y todo Chile sufre. Se cree Albert Einstein o Cristóbal Colón, pero sólo es un entrenador, cuya tarea es darle claridad a 11 deportistas que siguen sus ideas desde el campo. Es cierto, suena fácil, pero no lo es. Entonces, ¿Para qué crearse más problemas de los que ya ofrece ser local en una Copa América? Sólo el seleccionador nacional puede responder eso.
Lo cierto es que el primer tiempo de la Roja fue de lo peor que se ha visto en la era del casildense al mando del equipo. Pero en esta pasada, la culpa no es de los futbolistas, sino de quien los reparte sobre la cancha. ¿Eduardo Vargas como extremo izquierdo? ¿Con la obligación de cubrir las subidas de Flores y de llegar a los cruces desde la derecha? Una locura, que sólo Sampaoli se atrevió a plantear en Ñuñoa.
Y Chile lo pagó caro, con dos goles aztecas en la primera mitad, que tuvieron su génesis en el mal cierre del delantero (sí, es el delantero y goleador de este proceso) por la izquierda. La primera jugada terminó con un pivoteo sin marca para que Vuoso anote el 1-0 (21’). El segundo, con un cabezazo que Bravo salvó providencialmente y que terminó en un tiro de esquina, que después derivó en el segundo tanto de la visita, obra de Jiménez (29’).
A los 22’, Arturo Vidal había conseguido el 1-1 y ponía algo de calma en el estadio. El 2-1 mexicano, sin embargo, le hizo reconocer su error al DT nacional. Pero lo corrigió con otra tontera, mandando a Alexis Sánchez a jugar de carrilero y a Vargas en su ambiente natural. Y fue Edu, con otro cabezazo, el que le regaló a Chile un paridad que no merecía, a los 42’.
El descanso obligaba a reordenar todo en la Selección. Por suerte para los nacionales, ese cambio se produjo. Y no era tan difícil la movida: con los mismo intérpretes, pero en sus posiciones más lógicas. Una línea de cuatro en el fondo; Vidal, Díaz y Aránguiz en el medio; Valdivia como enganche; y Alexis con Vargas en ataque. Simple, normal, tradicional y, lo más importante, efectivo. La Roja mejoró y encontró mejor ritmo, así llegó la ventaja, con un penal servido por Vidal. Una anotación histórica, el número 1000 en los libros de la escuadra nacional.
El problema es que el festejo duró poco, porque Vuoso se escapó solo y definió ante la lenta salida de Bravo. Claramente, la noche del combinado criollo estaba hecha para el sufrimiento local. El desperdicio de los primeros 45 minutos seguía en la mente de todos. Un tiempo regalado es demasiada ventaja.
Al cierre, Sampaoli intentó salvar su noche de confusión con el ingreso de Pinilla. Antes, le habían anulado un gol legítimo a Sánchez. Ya era tarde, el empate estaba sellado. Que le quede dando vueltas a Sampaoli, que lo revise una y otra vez. Que lo sufra el doble, para que no vuelva a jugar con la Selección y con el deseo de un país. Bolivia, el siguiente rival, ya demostró que no es un equipo para que la banca nacional vuelva a sus experimentos sin sentido. Si Chile quiere llegar a la final, es clave ganar el Grupo A.
Fuente: La Tercera